PAULA ZACCARIA
artista
Textos de artista
Simetrías y bifurcaciones (230 cm x 180 cm)
Por Mario Altamirano
Simetrías y Bifurcaciones es, a mi parecer, un repliegue dual constante.
Los ‘jardines’ a la izquierda, la estructura previa a la derecha; el resultado antecede al primer paso. Ambas imágenes ocupan el mismo plano, como si el espejo en el que se superponen perdiera su estructura monolítica y deviniese en espacio arquitectónico. Vemos el antes y el después mientras el proceso permanece tácito, pero completamente tangible, como el silencio de la calle.
Al pararme frente a la obra, con toda la distancia que me permitía el recinto, experimenté algo que no me sucedía hace mucho tiempo. La producción detonó bombas de información, mi cabeza parecía un campo minado, recuerdos, referencias, citas, posibilidades, espacios, todo en simultáneo, distantes, cercanos. Vi los planos perfectos de Kubrick en relación a las teorías hermenéuticas, del vínculo de la arquitectura y el pensamiento humano, a través de unos simples hilos con pequeñas plomadas en sus extremos. La vitrina de un entomólogo, ordenada matemáticamente, en la que el tiempo de ve detenido en su decena de alfileres. El montaje clásico, medido y estructurado, de pequeños contornos impresos en tres dimensiones, renderizando la arquitectura en el espacio real. El polímero alineado con el plomo y el hilo; el volumen blanco, devenido en borde y límite, sostenido por alfileres; el peso del barroco reducido a unos pocos gramos. Una pantalla, plana, perfecta, desplegada, envolvente; que me extendía la posibilidad de verlo todo, pero yo (como sujeto humano limitado que soy) tuve que rechazarla, ya que soy incapaz de enfocar la totalidad, de ver el tiempo, la materia, la historia, la arquitectura, la refracción al mismo tiempo.
La obra de Paula me fascinó, pero me dejó con más preguntas que certezas (y eso, a un neurótico como yo, no lo deja tranquilo). ¿Cómo ordenar un campo minado? Sobre todo, cuando no es una sensación angustiante, sino todo lo contrario. ¿Cómo escribir sobre el desorden sin ordenarlo? ¿Cómo ver la totalidad sin perderse en el proceso? ¿Cómo decir lo que escapa al lenguaje?
La obra de Paula resultó ser una anomalía bellísima, una producción extremadamente precisa. Vi varias de sus obras, pero esta es la primera en la que no entran en juego varios sentidos, sólo la vista, y esta fue la que tuvo la capacidad de desordenar el archivo de mi cerebro.
Me encontré con un pequeño aleph en Congreso.
Mario Altamirano, 2023
El tiempo y el espacio (5 x 7 x 5)
Por Lucía lacchetti
Desde sus albores, la humanidad seleccionó y organizó materiales de su entorno para crear instrumentos de conteo. Paula Zaccaria inventa los propios y hace sus cálculos con fragmentos de lo cotidiano. En este breve conjunto de obras propone nuevas unidades de medida para signar la complejidad del tiempo y del espacio.
La duración se pauta mediante secuencias y series que, por un lado, señalan el tiempo de lo cotidiano y, por el otro, traen desde el paisaje de lo indecible supervivencias de una memoria informe. Al ritmo de la recolección y la colección de instantes, la artista intenta volver visible el tiempo que pasa inadvertido. Construye ábacos de lavanda, monta en alfileres hojas disecadas con la precisión del entomólogo, atesora origamis espontáneos.
Mediante estos procedimientos, revela el mecanismo de una duración que en el acto de señalarse se deshace. Del montaje y desmontaje del tiempo no nos quedan más que las huellas, también ellas perecederas.
Si bien Paula apela a la memoria, no busca construir monumentos ni inmortalizar el instante, sino prorrogar la fugacidad mediante un registro precario de procedimientos cotidianos y automáticos. La consigna pareciera ser que no pase un solo día sin un vestigio material documentado. Con la meticulosidad de lo mínimo, la artista acumula gestos como ínfimas acciones de resistencia poética. En su hacer, el garabato en Paint, el avioncito de papel, la proporción de desprendimiento entre las partes de un envoltorio de chocolate y la disposición de hojas y semillas se vuelven puntuaciones temporales que luego son hilvanadas y presentadas en una estética austera. Al patriarcado del tiempo cronométrico, contrapone el tiempo emotivo para dar cuerpo a lo que acontece en los márgenes. No es éste entonces un tiempo del pasado sino de la memoria. A medida que el flujo del tiempo se pliega y despliega, la obra de Paula se construye. Será el mismo tiempo el que deshaga la obra.
En la sala, la unidad de medida la determina el desplazamiento del espectador. No se concibe el espacio exhibitivo como un receptáculo estático sino como un entorno para una serie de conexiones sensorial-emotivas ligadas a los movimientos del cuerpo. La sutil y menguante propagación aromática invade el espacio del espectador y lo incita a bucear en su arqueología mnémica personal. Estas asociaciones de la memoria configuran un espacio evocado, imposible de cuantificar con los mismos instrumentos que el espacio físico. En este último, las acciones diarias se acumulan y su paso inadvertido se materializa en el documento material de su acumulación: bloques de aviones de papel y pañuelos descartables usados.
5 x 7 x 5: conteo silábico del haiku que traza un momento espacializado en ancho por largo por alto. Son éstas seis obras que reclaman organizar la realidad según coordenadas íntimas y a la medida cabal de quien las hace.
Lucía Lacchetti, 2016
Enhebrados
Por Cristina Tomsig
Café, cacao, clavo de olor, pimienta, canela…, aromas sensuales, especias que nos remiten a un mundo fecundo y, como tal, hablamos de Brasil, de su tierra, sus frutos y sus fragancias.
Paula Zaccaria a través de sutiles y ligeras construcciones espaciales logra capturarlas enhebrando, tramando.
La artista nos ofrece un recorrido espacial a la vez etéreo y potente que nos provoca desde los sentidos y nos sumerge en una particular experiencia personal.
Lo efímero del aroma y la intensidad de las respuestas que emergen en el espectador se enlazan en este espacio cargado de significados.
Cristina Tomsig, 2009
Perfume de Mujer: Una Conversación con Paula Zaccaria
Por María Carolina Baulo
Profesora de Educación Especial con orientación a la enseñanza de niños y adolescentes con disminución auditiva, Licenciada en Artes Visuales con especialización en escultura y profesora universitaria, la artista plástica Paula Zaccaria establece, desde sus comienzos, un vínculo fundamental con los sentidos, llevándolos directamente al plano de la composición como protagonista, especialmente el olfato. Con una obra múltiples veces premiada en salones tales como el Salón Nacional, donde obtiene el tercer premio en la categoría de Arte Textil (2010), el Salón Mujeres: Historias entretejidas organizado por el CAAT Museo de la Mujer con el primer premio (2011), el Salón Nacional Textil Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires con el tercer premio (2012), VII Bienal Word Textil Art Montevideo con el segundo premio categoría mini textil (2017), participaciones en bienales y muestras. Los trabajos de Paula tienden puentes entre las distintas instancias de la percepción humana. Cuando frente a una obra pensamos que el espectador tiene una experiencia ante todo visual y muchas veces interactiva desde lo físico, lo táctil, Paula nos acerca la posibilidad de transitarla evocando emociones y recuerdos que se convocan a través de los aromas. Instalaciones, objetos, esculturas, fotografías, papeles, textiles, semillas, flores, esencias y especias integran su kit creativo, presentando un abanico de recursos para conmover, más allá de toda posible racionalización.
María Carolina Baulo: No es ninguna novedad que los artistas trabajen con lo efímero y que la obra sea plausible de desaparecer cuando la materialidad de la misma es orgánica. Contanos qué materiales eliges para trabajar tus obras, y sobre el concepto de perdurabilidad en tus combinaciones entre la fragilidad de lo “vivo” de las semillas y la solemnidad del mármol o la cerámica, por ejemplo.
Paula Zaccaria: Creo en la potencia del material, en la carga conceptual que porta y en el sentido que la misma le otorga a la obra. Los materiales me encuentran, muchas veces aparecen de manera fortuita, si por algún motivo atraen mi atención, los guardo. Una muy querida artista me regaló dos ramas de canela, las guardé durante mucho tiempo, de vez en cuando las tocaba, observaba, olía y empezaba a imaginar posibilidades, hasta que un día combinándolas con varillas de guatambú se hicieron obra. Las primeras lavandas con las que trabajé llegaron como encomienda desde Calafate, nunca voy a olvidar lo que sentí cuando al abrir la caja el perfume invadió mi casa. Esos instantes activan sensaciones y evocaciones. Eso es lo que quiero transmitir. Los materiales orgánicos, las plantas aromáticas, las semillas y las especias me contactan con la naturaleza. Me interesa observarla, registrar cambios, la atmósfera que la rodea. Los materiales solemnes, como decís, aparecen, sin querer, un escalón de mármol abandonado, varillas de acero y bronce resabios de una fábrica desmantelada. Hilos, alfileres de todo tipo heredados o papeles antiguos repletos de marcas y manchitas activan mi mundo. Me interesa el contraste de los materiales, la tensión que se genera entre sus cualidades. Pienso lo efímero en términos de cambio y transformación, entonces los materiales aun siendo muy distintos, orgánicos o industriales, duros, sólidos, blandos, frágiles, empiezan asemejarse. Todos, son plausibles de cambio, por el tiempo, por las circunstancias. Nada material es absolutamente imperecedero; me interesa poner en crisis el concepto de perdurabilidad. Saber que algo puede cambiar o acabar produce un desequilibrio, me interesan los mecanismos que generamos para volver a habitar nuevas realidades.
MCB: Creo que aquí se establece un vínculo muy interesante entre el factor tiempo y la persistencia de los aromas. ¿Porqué eliges dar protagonismo al olfato por sobre lo visual que es, por excelencia, el sentido más convocado por las artes en particular pero en la vida en general, donde todo pareciera “entrar por la vista”?
PZ: Pasé parte de mi infancia rodeada de naturaleza y hay dos momentos que siempre vuelven hacia mí: uno, meciéndome en las ramas de un pino y otro saboreando el néctar de las flores de una madreselva. Son dos recuerdos, son imágenes con una impronta muy marcada de varios sentidos. En mis primeros trabajos de estudiante de arte comencé a observar que el acento no sólo estaba puesto en lo visual, se escurría de algún modo el olfato, el tacto. Mis referentes eran artistas cuyas obras implicaban otros sentidos también. Mi primera carrera, el profesorado en Educación Especial estaba orientado hacia la investigación sobre la audición. Trabajé varios años en el área de estimulación temprana, en donde el abordaje integral de todos los sentidos es esencial. A medida que avanzaba en mis estudios en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) fui enlazando, enhebrando estos indicios, buscaba una percepción del espacio y del cuerpo completa. Me resultaban motivadoras las palabras de Merleau-Ponty: “La comprensión de nuestro entorno y de nosotros mismos exige a cada instante el conjunto de los sentidos.” Necesitaba que mi obra propusiera algo más que ser vista y elegí el olfato. Mi tesis de graduación, cuyo título es El olfato en la obra de arte me permitió ampliar la investigación hacia aspectos relacionados con la antropología de los sentidos. Las obras de los sociólogos David Le Breton y Constance Classen fueron muy enriquecedoras. El sentido del olfato tiene una relación muy directa con la percepción del espacio y el tiempo, implica contacto y distancia. Impregna a la persona, seduciéndola o provocándole rechazo, pero sin dejarla indiferente. Algo que también me llama la atención es la dependencia del olor con el objeto que lo produce o con el ambiente que lo contiene, crea una atmósfera específica. Me atrae esa cualidad volátil que se conecta con la vitalidad de la respiración pero que a la vez se nos escapa, flota por unos instantes y luego desaparece. Si bien es efímero cuando se lo conecta con un recuerdo, aparecen esas sensaciones que acompañaron el momento y cuando una de las características principales de un objeto es su olor, como sucede con las especias y plantas aromáticas, su imagen visual o su mención también nos remite rápidamente a sensaciones vividas. Quiero que mi obra ponga en marcha ese mecanismo, esa pesquisa de momentos pasados a través de una experimentación sensorial completa, me interesa que si bien el espectador se introduzca en la obra a partir de la vista, luego pueda percibir con otro sentido, que se complementen que se pueda desprender de uno de ellos y luego volver, que haya un juego de vaivén de sentidos. Ese vaivén que sentía yo al mecerme en las ramas del pino.
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María Carolina Baulo, 2021